Las tarjetas, amarilla o roja, son una de las formas que tienen los árbitros de sancionar el juego duro o cualquier otra clase de infracción a la normativa, siempre que se ajuste a la misma. Esto es muy común en el fútbol moderno, aunque hace unos cuantos años, esto no era así.
Al principio, el árbitro se encargaba de amonestar verbalmente a los jugadores, lo que hacía que el público ni los periodistas deportivos se enterasen de qué había sucedido. Incluso había jugadores que tampoco se daban cuenta a pesar de estar en el terreno de juego.
De las amonestaciones verbales a las tarjetas
En los cuartos de final del Mundial de 1966, en el partido entre la selección de Inglaterra y la de Argentina, hubo un momento en el que el árbitro, el alemán Rudolf Kreitlein, amonestó a Bobby Charlton, pero, al parecer, nadie se percató de ello. Al día siguiente, el seleccionador inglés protestó cuando se enteró de la amonestación por parte de la prensa. La polémica estaba servida.
Un ex árbitro inglés llamado Keneth George Aston comenzó a pensar en una forma en la que hacer saber tanto a futbolistas como al público la amonestación que recibiría cada jugador llegado el momento. Su inspiración llegó cuando se encontraba en su coche detenido ante un semáforo. Copió el sistema del semáforo, interpretando la tarjeta amarilla como precaución o primer aviso y el rojo, de peligro o expulsión.
El sistema no tardó en ser aceptado y se puso en marcha en el Mundial de México de 1970. El partido inaugural era entre las selecciones de México y la URSS y el primer jugador de la historia amonestado fue el soviético Kakhi Asatiani.
Como nota curiosa, en ese Mundial no se sacó ninguna tarjeta roja. Para ello, hubo que esperar hasta el Mundial de Alemania de 1974. Fue en el encuentro celebrado en el Olympiastadion entre las selecciones de Alemania Federal y Chile. En el minuto 67, el jugador Carlos Caszley fue el primer expulsado con tarjeta roja. El árbitro fue el turco Dogan Babacan.